Alrededor del mundo, estudios que muestran los efectos positivos de la mejora de la iluminación en las calles sobre las estadísticas de criminalidad han sido persuasivos. En el Reino Unido, un estudio pionero realizado en la década de 1990 en Dudley y Stoke reveló un vínculo directo entre la mejora de la iluminación de las calles y una marcada disminución en las tasas de criminalidad locales. Esto inspiró una ola de mejoras de iluminación en varias ciudades del Reino Unido, basadas en el fundamento establecido por el proyecto pionero
Cruzando el Atlántico, los Estados Unidos reflejaron estos hallazgos. La iniciativa de Chicago para aumentar la presencia de alumbrado público en áreas de alta criminalidad se manifestó en una dramática reducción del 36% en la criminalidad. Reforzando aún más estos resultados fueron esfuerzos similares en Nueva York y Los Ángeles, donde noches más brillantes se correlacionaron con calles más tranquilas y seguras
En los Países Bajos, el experimento de Rotterdam a principios de la década de 2000 sirvió como otro testimonio del poder de la luz para combatir el crimen, específicamente durante las horas vespertinas prolongadas. Tales resultados no solo han validado el impacto de la iluminación, sino que también la han establecido como un componente clave en las estrategias de prevención del crimen urbano